10/52 Esto no es un poema; es un berrinche
¿Alguna vez
han tenido
de esos días en que,
así de pronto,
se dan cuenta de algo
—que siempre han sabido e intuido, incluso conversado en voz baja primero, y luego a gritos en medio de un café concurrido o un bar que sube el volumen de la música porque a nadie le interesa lo que tenemos que decir al respecto—
y la certeza es ab-so-lu-ta,
estrambóticamente cierta,
ahí,
sólida,
hasta sarcástica o descarada:
“Ajá”, dice, “así es”
y entonces no queda
de otra
más que, como dice Marge Simpson,
reír
o algo parecido
que es como un lamento bajito, pero no devastador
(arde como un corte de papel, aunque se va pronto),
porque hay que contener una leve las ganas de llorar
por razones grandes y pequeñas, futuras y pasadas, actuales,
sobre todo
y ya dicen en voz alta, es inevitable
(como Shakira y como Thanos; como pagar impuestos y como la muerte, pues)
una de las verdades que más chingan:
nos pagan mejor por escribir los sueños de otros
que los propios?
¿Y les pasa que la música las salva durante poco más de 3 minutos?
¿Y ya todo puede empezar otra vez?