11/52 Bienvenidos al club de Recién ocurrió

Abril Posas
4 min readMay 9, 2023

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Cuando recién acaba de ocurrir, registras cada día que pasa como un rasguño en la piel, que escarbas una y otra vez: cada mañana te arde otra vez. Piensas que nunca dejará de doler, porque si quieres hablar de ella se te corta la voz y la gente a tu alrededor guarda silencio. Hasta que llega el año que se te olvida o su cumpleaños o el aniversario de su muerte. Te da vergüenza y empiezas a desarrollar un miedo nuevo: a olvidarla.

Por eso envidio a quienes tienen a su mamá hoy, que la pueden grabar con su teléfono para burlarse de ella en TikTok o presumirla en Instagram; que se pelean con ella en Facebook porque se convirtió en una abuelita racista o una señora que pone en evidencia los berrinches de su prole millennial.

Las madres no deberían morirse porque quienes nos quedamos de huérfanos somos un poco inútiles. La culpa es de ellas, por estar a nuestro lado. Si nos hubieran abandonado, ahorita estaríamos contando la historia de alguien que superó las dificultades, a pesar de no tener madre. Pero no. Y quizá la mía fue la peor de todas: nos deshebró la pechuga del pollo en el mole, así que ya no puedo disfrutar ese platillo si me traen una pieza entera. Exijo condición física cuando voy de compras, porque así me enseñó ella a recorrer las tiendas (aunque no tuviéramos dinero para comprar nada). Sigo sin entender la diferencia entre fecha de corte y fecha de pago en la tarjeta de crédito, porque nunca le pregunté cómo le hacía para administrar todas las que tenía. Le tengo miedo al Monte de Piedad porque íbamos cada tres meses a pagar boleta o empeñar algo nuevo, a escondidas de mi papá.

Me costó hacerme independiente. Me imagino que esperaba que a la mera hora se regresara. “Ahtelacreas” hubiera dicho al despertarme un martes de madrugada con un pinche susto que se convertiría en alivio. No quiso, aunque dejo la ventana abierta, por si se anima.

No quiero mentirles a las personas que apenas se unen a este club de mierda. Yo les diría que “cuando recién acaba de ocurrir” no se puede medir objetivamente. No se cuentan las horas como en el turno de oficina, ni existe un instrumento para pesar granitos de arena o registrar la temperatura de las banquetas de su parque favorito. Pensé que sería cuestión de un par de años, pero tuvieron que pasar una docena sobre mi espalda. Una vez quise darle el pésame al ex de una conocida con un correo muy sentido, con el corazón en la mano, porque ya éramos carnales de orfandad; el compa me contestó con un it is what it is y a otra cosa mariposa. También lo envidié un par de segundos. ¿La conclusión? Puede llevar de un par de días a más de una década, minutos más, minutos menos.

Ya me siento muy vieja para extrañar a mi madrecita cuando no quiero trabajar, me enfermo o se me aparece una mariposa negra. Por eso le rindo homenaje con un meme de Los Simpsons, que más para mí es para ella, que le gustaba reírse un montón de todo lo trágico, como dándonos permiso para cuando nos tocara a los demás, el día que nos dejara solos y no supiéramos cómo actuar en el mundo real.

It is what it is y si lloro mientras me río mientras hago el meme cuenta como chiste

Hace 20 años murió nuestra madre. Un impulso de cobardía me ayudó a huir a CDMX aceptando una beca que ni siquiera había planeado ganar (“¿Entonces para qué aplicaste?”, me preguntó mi papá cuando le avisé y casi no me deja ir. Pero mis hermanos me echaron porras y entre todos me aventaron al camión con una maleta que bien pudo ser una caja de huevo) en una fundación que nadie conocía —y ahora cumple dos décadas de y la queso— y hasta el día de hoy lo que más coraje me da es que no pude demostrarle que, con sus baches y tropezones, me hice escritora y que no se me olvida que ella dijo que ya lo era al doctor que me hizo el examen físico en la Cruz Verde para el examen de admisión cuando preguntó que para qué o qué quería estudiar eso de “letras”.

“Es que una nunca se recupera de la muerte de sus padres”, le confesó mi mamá a una de sus amigas por teléfono, meses después de la muerte de mi abuelo. Eso me ayuda a admitir que todavía extraño quedarme dormida escuchando el latir de su corazón en mi oído. No se siente como si acabara de ocurrir, pero es como si acabara de ocurrir. Quienes han pasado por esto saben a qué me refiero.

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Abril Posas

Escribo. Tengo gatos. Amo el queso. Tengo un curso en Domestika.