20/52 Sólo un bebé

Abril Posas
4 min readJul 7, 2022

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En el especial de comedia de Michelle Wolf, titulado apropiadamente Joke Show, la pelirroja plantea que quizá una de las razones por las que el gobierno y los hombres no apoyan leyes que cuiden mejor a las recién paridas es porque las mujeres somos «demasiado preciosas» respecto a lo que ocurre con nuestro cuerpo. El ejemplo por excelencia es, precisamente, dar a luz. «Es un milagro»: la etiqueta más común. Si es un milagro, ¿entonces para qué necesitan más de tres meses para recuperarse y regresar a la fuerza laboral o apoyos económicos para salir adelante? Aquí está el clip para que mejor me entiendan:

Pienso que Wolf tiene razón. Y desde hace muchos años, el género del terror ha probado su punto a la perfección. Libros y películas han procurado escarbar en los lados menos amables de la maternidad con historias como El bebé de Rosemary o Babadook. No se trata únicamente de lo que puede ocurrir con las entrañas de una mujer que aloja un ser humano desde que es una célula invasora (sin cerebro ni alma ni nada que si quiera garantice que pueda convertirse en un ser humano) hasta que se abre paso separando los huesos de la cadera para que una cabeza demasiado grande para la vulva —no importa qué tanto expliquen la elasticidad de los labios: cualquier cabeza de bebé es demasiado grande, siempre— surja con un llanto de ¿gloria? (¿pánico?) a este lado del mundo. Se trata también de la forma en que trastoca el mundo de su madre, no importa qué tanto lo haya planeado y deseado en su vida.

The baby (Lucy Gayme y Sian Robins-Grace, 2022) habla de eso, desde el punto de vista de una mujer que no desea tener hijos y con un buen toque de humor negro que hace un gran equilibrio con lo que retrata sin pudor: tener hijos, a grandes rasgos, chinga a la madre.

Chinga a quien de pronto está embarazada sin consentimiento y se ve obligada a parir; chinga a quien no quiere hijos pero tiene que hacerse cargo de uno; chinga a quien quiso tener hijos para crecer la familia; chinga a quien desea ser la mejor madre del mundo y no lo logra porque embarazarse no es fácil para todas, o porque adoptar un bebé que necesita un hogar no es tan simple como los antiderechos lo hacen ver.

Natasha, la protagonista que no desea tener hijos, se entera de que una de sus mejores amigas está embarazada y lo primero que responde es un «¡OH-NO! Lo siento mucho, ¿qué vas a hacer?» igualito al que hace eco en mi cabeza cuando una mujer que conozco comparte la noticia, hasta que, igual que Natasha, leo los ojos de felicidad en la anunciante y hago lo posible por disimular mi primera reacción con un «OMG, ¡muchas felicidades!» tal vez un poco angustiado.

Pero a lo largo de los ocho capítulos que dura esta serie, Natasha se encuentra con un adorable bebé abandonado del que no es tarea fácil librarse, un aspecto que entiende mejor cuando se le explica que todas las mujeres (y sus seres queridos) que han intentado cuidarlo terminan muertas de forma violenta. Como si se tratara de una maldición que, además de absorber horas de sueño, salarios, tranquilidad, salud mental, juventud, consumiera la vida a destajo. Qué-ra-ro.

Detrás del querubín del infierno va una mujer desesperada, canosa, en los huesos y una determinación única, que básicamente define su propia existencia: matar a la criatura. Es la señora Eaves y sabe con exactitud de dónde viene ese niño que no ha crecido en 40 años, que se anticipa a todos sus planes, que escapa con vida a los brazos cálidos de la siguiente «madre» que acepte protegerlo. Eaves es la bruja que se convertirá en la guía de nuestra Natasha en esta pesadilla que no la suelta, con todo y que no tuvo que pasar el proceso del embarazo: el mocoso le llegó hasta con carriola y un mameluco simpatiquísimo.

AAAAAAHHHHHHHHHHHHH

Las preguntas que se resuelvan en esta historia de miedo están acompañadas de la crítica mordaz a una sociedad inglesa (la serie es inglesa, por cierto) que todavía en los 60 consideraba ilegal la homosexualidad, a las expectativas tan altas que se tienen en las futuras madres (en donde se incluye no ser tan perfectas, porque la perfección es sospechosa) y el peso que se le da a un bebé que no pidió materializarse.

Últimamente se quejan como mandatario con delirios de grandeza porque no hay contenido «incómodo», o que las películas o series de terror son «demasiado woke». Quizá esta historia que dice con todas sus letras que tener hijos chinga sobre todo a la madre es más de su gusto. Pero de una vez les digo que, para su desgracia, hay un cambio en Natasha que es real: la chinga de cuidar un infante maldito (todo infante es maldito, fin) es lo que permite que las mujeres que no los deseamos respetemos a las que sí, aunque lo primero que se nos ocurra sea enviar la receta del miso a la que comparte en su Facebook que está embarazada. Por tercera vez en dos años. Dije: pensar, no ofrezco nada a menos que lo pidan.

El especial de Michelle Wolf está en Netflix, The baby está en HBO Max y la decisión de ser madre o no está en la voluntad individual de cada mujer y su cuerpo.

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Abril Posas

Escribo. Tengo gatos. Amo el queso. Tengo un curso en Domestika.