24/52 Día internacional del gato
«La gente se siente tan complacida de nacer, como si hubiera sido obra suya.»
«Pero se angustia, se asusta y sufre cuando muere.»
«Con el tiempo, aprendí que lo único que realmente necesitan es una palabra gentil y una cara amistosa.»
«La humanidad me intriga. Su actitud hacia tu don es muy extraña.»
«Muchas personas no están preparadas para mi don. Pero lo reciben de todas formas.»
«Sin importar las circunstancias.»
«Al final, todos estamos solos.»
«La mayoría nos alegramos ante la compañía de un amigo.»
Esta conversación ocurre entre Muerte y Sueño en el capítulo 6, «El son de sus alas», de Sandman. Es mi favorito de los 10 que Netflix adaptó para la primera temporada. No sé por qué pensé en los gatos, a pesar de que se refiere a la Muerte y su trabajo. Tengo la costumbre de maravillarme con las historias que nos ponen a jugar con lo incómodo y lo bello, con un poco de vigilancia, pero no tanta para darnos algo de independencia. Para que nos sintamos inteligentes. O para encontrar significados que los creadores no habían pensado.
Si la muerte es tan natural como el nacimiento, y lo que pasa es que solamente salimos de la madre y lo interpretamos como una decisión propia porque de alguna forma nos recibieron del otro lado, entonces es momento de reconocer que, también por asuntos naturales, un gato es a veces frío, indiferente y reservado: nosotros lo somos con los demás a cada rato.
No es que a la gente no le gusten los gatos; es que no le gustan las personas, ni su independencia, ni que le recuerden que la mayor parte del tiempo no hay nadie más que nos mueva la cola a capricho. Tenemos derecho a ronrroneos, arrumacos y caricias una parte del día. Exigirlo todo el tiempo es avaricia. Recibirlo a demanda, imposible.
¿O será que veo gatos donde no hay nada?
Mejor vean Sandman. Les va a gustar.