5/52. Perdóname, Daria

Abril Posas
3 min readFeb 5, 2022

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¿Han visto que hay gente que idealiza al Joker de Todd Phillips o defienden a capa y espada el amor entre un profesor de literatura francesa y una niña de 12 años? ¿Que después de ver Wolf of Wallstreet soñaban con tener una oficina repleta de cocaína, hombres blancos gritando como gorilas y una esposa a la cual coger sobre una pila de billetes? ¿O qué me dicen de los que empezaron a tener monólogos interiores criticando al capitalismo mientras intentaban organizar clubs clandestinos para agarrarse a golpes con otros vatos?

Es decir que esta gente vio la película o leyó el libro y entonces:

Descripción gráfica

Algo así me pasó cuando vi a Daria en la preparatoria.

Ustedes no saben lo que se siente ver a una cuatro-ojos, de cabello castaño y cierta propensión a lo cínico como protagonista de una caricatura en MTV, que tenía la razón frente a las porristas, las populares de cintura diminuta y el establishment de la vida diaria. Es decir, habíamos personas enojadas en contra de la comodidad y las expectativas, sobre todo la estupidez ajena, y por fin teníamos a una representante de nuestro movimiento.

Al unísono: Na-na na na-na

Lo que quiero decir es que Daria me dio permiso de ser lo que los gringos llaman «ass-hole». No le puse mucha atención a que su madre era la que tenía que poner orden porque su padre era demasiado manipulable, o que la protagonista hacía menos a su hermana porque tenía talentos que envidiaba (como ser capaz de elevar su voz o decir lo que pensaba frente a otras personas), o que algunos de sus maestros eran tan pusilánimes que ponían en evidencia que la educación es un caso perdido en cualquier parte del mundo. Eso no me interesaba y, por lo tanto, no podía identificarme con eso.

Lo único que me interesaba era las pláticas con Jane en su pizzería favorita, su inseguridad frente a su escritura y encontrar una versión real del crush absoluto de aquella época: Trent, el hermano mayor de su mejor amiga. ¿Y saben qué? Sí lo encontré. Se llamaba Tony, estaba en tercero de preparatoria cuando yo estaba en primero y nunca cruzamos una sola palabra, aunque lo topé en los pasillos de la escuela hasta que me cambié de ciudad.

Detente, mi acelerado corazón.

Ha de ser que ya no anhelo la atención de un músico de cochera sin empleo fijo, tatuajes de líneas y voz rasposa —¿o sí? Nah, no, claro que no— o que la pandemia me envejeció 70 años desde 2020. Nunca lo sabremos. Sin embargo, recuerdo mi versión de Daria y lamento haber sido la soberbia que pensaba que la historia de esta adolescente era únicamente burlarse de los más idiotas. En mi defensa: así empezó, era la chica inteligente que por alguna razón se juntaba a veces con Beavis y Butthead. Aunque, de nuevo, si ahí estaba era por algo, y no le puse mucha atención a esa parte, ni siquiera cuando el spin-off intentó relatar su viaje.

Así que, bueno, espero que la gente que mencioné al inicio me reciba con gusto antes de que revisite la serie animada para disfrutar más de las referencias que perdí y comparta otro texto al respecto con citas a Walter Benjamin. O Walter Mercado, lo que se me ocurra primero.

Perdóname por haber sido tan obtusa, Daria.

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Abril Posas

Escribo. Tengo gatos. Amo el queso. Tengo un curso en Domestika.