Esto iba a ser para hablar de mis gatos

Abril Posas
6 min readMar 25, 2019

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Pero los hombres tienen que arruinarlo todo, ¿cierto?

Hace mucho que no vivía la vorágine de emociones: enojada, sorprendida, asustada, nerviosa, triste, encabronada, decepcionada, esperanzada, emputada, al borde del llanto, hecha una feria.

Antes, durante y después de ver sus nombres asociados con #MeeTooEscritores, muchas hemos tenido que leer las frases de siempre, sólo que ya no de la gente de siempre. Ahora están nuestros amigos, y es lo que duele más. Así que les doy una lista compacta de lo que hemos digerido y devuelto de inmediato con el estómago hecho pedazos.

Antes de ver sus nombres

Ni todos los hombres son malos, ni todas las mujeres son santas

Este es «la vieja confiable» de los que aún no ven su nombre en las Malditas Capturas de Pantalla. Y creo que es justo decir que todos la hemos usado, en sus distintas variantes, para no dar crédito a algo en lo que no creemos. Pero cuando se trata de una denuncia, mis amigos han encontrado más razones para quitarle credibilidad que cualquier MP de Jalisco en domingo en estado de letargo — porque, aparentemente, las violaciones a los derechos humanos descansan los fines de semana, y la justicia también.

Sin embargo, sacar a tema otra forma de agresión no anula la primera, en caso de que no lo hallan descifrado. Sí, hay mujeres que violentan. Sí, hay denuncias falsas. Veinte minutos en Google les arrojarán resultados para que entiendan, finalmente, que esa NO ES LA REGLA. La regla es que el hombre, siempre en posición de poder, decida de manera consciente abusar física, sexual, psicológica y/o emocionalmente. Y la posición de poder ni siquiera tiene que ser de jerarquía en el trabajo, sino en la relación que hay entre el perpetrador y la víctima. Sí, hay denuncias falsas. Nunca más del 10% del total. ¿Por qué la ponen en duda entonces?

Es de que, ¿qué es acoso, al final de cuentas?

No sé si es porque es más sencillo navegar con bandera de pendejo, al más puro estilo godín (i.e. «No sabía que eso era mi trabajo», «No me llegó el correo», «Ups, olvidé subir la publicación *tee-hee*») que aceptar que jamás se han puesto a meditar sobre qué quiere, realmente, la mujer que tienen a un lado. ¿Está cómoda? ¿En verdad le gusto? ¿Lo que digo es apropiado? ¿Es la primera vez que me ha dicho que no? ¿Estoy insistiendo demasiado? ¿En verdad espero que me diga que sí a la vigésima ocasión, como cediendo por cansancio y poniéndose a mi entera disposición a sabiendas de que ella no va a disfrutar nada — lo va a sufrir, de hecho — y cruzar la delgada línea entre el acoso y la violación? ¿Eso es lo que quiero? Todos sabemos cuándo es acoso, porque sabemos exactamente cómo se siente.

¿Por qué hasta ahora?

Esta es mi teoría, y sé que es muy loca, pero les pediré paciencia:

Quizá es porque incluso antes de que nos llegara nuestra primera menstruación, un hombre adulto ya metió sus manos entre nuestras piernas para tocarnos mientras caminamos en el angosto pasillo de un mercado ambulante. Quizá es porque todos a tu alrededor lo vieron, te escucharon gritar y de todas maneras le permitieron alejarse rápidamente por una calle. O es porque, aunque nos parezca incómodo, nuestros padres nos obligaban a saludar de beso al amigo de la familia sin preocuparse en saber por qué le tenemos tanta aversión. O, ya sé, porque si caminamos solas por la noche y alguien intenta hacernos daño, SIEMPRE es nuestra culpa por intentar reclamar el espacio público. O porque hemos visto que, cuando decimos en voz alta que no nos gusta un chiste, nos sacan de la jugada y ya no somos candidatas a nuevos proyectos, crecimiento profesional, invitaciones a eventos literarios, fiestas y, en general, convivencia con otros escritores… ¿se imaginan lo que pasaría si denunciamos que el editor, director, compilador, poeta laureado intentó sobrepasarse con nosotras? Pues al final de cuentas, si no hubo penetración forzada o un ojo morado, fue un coqueteo que no supiste torear porque bebiste de más o simplemente no tienes sentido del humor. Finalmente, ¿no será porque las denuncias rara vez son escaladas y tardan años en revisarse, no se diga ya resueltas a favor de la víctima?

Van a destruir reputaciones

Citando a Hannah Gadsby:

FUCK.REPUTATION.

Cuando ya se destaparon sus nombres

¿Cómo sabemos cuál denuncia es legítima?

No sabes, Sherlock. Pero la víctima sí, y no es momento de que tú averigües datos o pruebas. Es momento de que te calles.

Algo quieren

Así es: que las escuchen y que se hagan responsables.

Seguro quieren dinero o fama

¿Dinero y fama de un… escritor?

JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA…

Es un maletendido

Ya sea hablando por él mismo o por el hermanazo del alma que ya fue expuesto, favor de volver a la sección «Es de que, ¿qué es acoso, al final de cuentas?»

Ustedes saben que no soy así

¿De verdad sabemos eso? Porque, seamos honestos, cada vez que platicamos en bola en un chat, salimos a tomarnos unas cervezas o cotorreamos juntos siempre salen los chistes a costa de una chica del medio, ¿cierto? Entre bromas y codazos mencionan qué tal está cierta escritora, de la cual no tienen idea de su nombre pero la siguen en Twitter y sube fotos súper sexy, tuits azotados, enlaces de Spotify de canciones tristes. ¡Uf! Hay que invitarla al siguiente encuentro para tenerla cerca. Y si no eres tú el que hace esos comentarios, le das cuerda al que sí, o al menos no le pones un freno, ni siquiera porque sabes que te hierve la sangre si te das cuenta de que en el chat de los compañeros de tu novia hacen lo mismo hablando de ella. ¿En verdad no eres así?

Después de que el destape de su nombre explotó

Tengo un plan

Desgraciadamente, no puedes regresar el tiempo para evitar el desastre. Ya lo hiciste, no hay gran cosas que hagas que te deje bien parado. Y es algo que debes entender bien: esto no se trata de ti, se trata de las víctimas. De contar con eco, con apoyo, acompañamiento y, cuando es necesario, tomar acciones legales. Afortunadamente (?) no todos los casos fueron golpes o violaciones, y lo más seguro es que a ti, compa, no se te esté acusando de algo tan grave. Pero eso no quiere decir que sales ileso o te escapas de algún escarmiento. Olvídate de escribir disculpas. Ya lo han intentado personalidades con mejores equipos de relaciones públicas que tú, y fallaron miserablemente, pues no es lo que se busca. Queremos que seas mejor persona, de la misma manera en que nosotras también hemos tenido que mirarnos en el espejo, en estos días y durante mucho tiempo, y reconocer que solapamos con nuestros silencios las conductas de muchos. Que justificamos en varias ocasiones, luego de una borrachera descomunal en la que comentarios impropios nos hicieron sentir más incómodas que al resto de la concurrencia. «Es que se le pasaron las copas, pero no es así normalmente». Todos tenemos problemas que arrastramos en lo que escribimos y entre la gente con la que convivimos. A veces podemos mantenerlos a raya, fingir que todo está bien. Pero si algo sale mal, es nuestra propia responsabilidad, no del alcohol o la línea de coca. No es la indiferencia que recibimos de nuestros padres, el desequilibrio químico en nuestro cerebro, la depresión, el maldito jet-lag. Si ya sabemos qué es lo que nos afecta, se acabaron las excusas, tenemos que arreglarlo nosotros o con la ayuda adecuada, porque los demás no tienen la culpa del dolor con el que crecimos y, ciertamente, no sirve de justificación para dañar a alguien más. El discurso más sentido, más morado feminista, más bellamente escrito se nos va a olvidar si no ponemos en acción nuestra propia sanación para que al menos se salve un dejo de amistad, Jaime. Esta cloaca destapada apestó para todos, y todos tuvimos responsabilidad en la basura acumulada. Así que todos tenemos que hacerlo mejor, otra vez, hasta que nos salga.

Me burlo un poco de lo que les leí a mis amigos este fin de semana, pero en realidad no fue ni remotamente divertido, porque te cambia la manera en que los ves. Y, sobre todo, la manera en que nos vemos. Somos gente en el mundo de las letras. No estamos en el gremio mejor favorecido en el país, todos sabemos que es difícil desarrollarte profesionalmente, vivir de escribir, olvidarte de los trabajos de medio tiempo. ¿Por qué se tiene que convertir, además, en un infierno gracias a nuestras propias manos?

No hay lugar seguro, ¿verdad? Ni siquiera entre nuestros supuestos colegas.

¿Tendremos que empezar uno nuevo nosotras, mientras el anterior arde?

Esto iba a ser para hablar de mis gatos, chingada madre.

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Abril Posas

Escribo. Tengo gatos. Amo el queso. Tengo un curso en Domestika.