Las horas muertas 4: Si te da miedo robar, no escribas

Abril Posas
5 min readJan 15, 2025

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Nota: Siento que no debería hacer la aclaración, pero la hago de todas formas. Esto que voy a decir no tiene nada qué ver con el robo de historias o el plagio. Para que ni empiecen.

Ladrones exitosos

Aquí no hablaré de por qué no es malo robar libros o conseguirse pé dé efes de autoras imposibles o impagables (lo mismo), pero de una vez lo digo y sí, sí vale, sí se puede y sí debería de hacerse porque la cultura se tiene que esparcir como pólvora y no todas las personas tenemos el capital para hacernos de esa biblioteca que nos mantiene despiertas algunas noches.

Mejor hablemos de los artilugios con los que autoras y autores han creado universos novedosos, historias inéditas y personajes irrepetibles. Así es: robando. Para la decepción de muchas personas, hay una paradoja muy curiosa en la literatura: ni todas las novelas son históricas (es decir, que no narran un hecho histórico que fue real) y ninguna de las tramas surgen de la mente de quien las cuenta. La inspiración viene de la famosísima pregunta “¿qué pasaría si…?” porque tenemos un punto de partida. ¿Qué pasaría si el “atentado” a Trump hubiera sido exitoso? ¿Qué pasaría si Alemania y sus aliados hubieran ganado la Segunda Guerra Mundial —El hombre en el castillo, de Phillip K. Dick intenta responderlo—? ¿Qué tal si diferentes estrategias de control sobre las mujeres, registradas a lo largo de la humanidad, ocurrieran en un corto periodo en una sociedad específica? Margaret Atwood se atrevió a soñarlo y escribió El cuento de la criada, una novela de ciencia ficción que creó un mundo de opresión y explotación de los cuerpos de las mujeres a partir de situaciones que ya han ocurrido en diferentes países y épocas. Si no me creen, en la edición que circuló desde el estreno de su adaptación a la televisión, Atwood agregó un prólogo explicando precisamente esto, y el riesgo que existe de que se repita, porque se sigue repitiendo de alguna manera, y se acomode todo para que lo que imaginó como el peor escenario se haga realidad.

Esta es una de las razones por las que existen tantos artículos sobre lo que Los Simpsons han predicho o en cómo la tecnología catastrófica de Black Mirror está más cerca de nosotros, que además no surge de la nada sino que es una hipérbole de lo que ya usamos en nuestro día a día. No es el gen de Nostradamus, es el gen de la atención y la rapidez para adueñarse de ese elemento para contar un Qué Pasaría Si. Que, dicho sea de paso, no es limitado a los géneros especulativos, sino más bien tiene que ver con uno de los clichés más cursis que los tuits automatizados han compartido que dicen algo así como “Si un escritor se enamora de ti serás afortunado, porque te usará para sus historias y vivirás para siempre”. Ugh. Cáncer de ojo nomás por leerlo, pero no por eso menos cierto. Y no se trata de un acto de bondad, de la búsqueda de la inmortalidad o permanencia de un ser querido, que a veces encontramos a modo de confesión en los prefacios o las letras explicativas al final de la película más dramática de Netflix. Puede ser venganza.

Venganza: la vieja confiable

La anécdota la he escuchado muchas veces, entonces decido contarla de (mala) memoria: la autora de Lecciones de química era una lumbrera del mundo de publicidad y del copy, sin embargo tenía que lidir, como toda mujer lumbrera en la industria que sea, con los egos de sus colegas masculinos que le robaban ideas, interrumpían sus presentaciones y menospreciaban, en general, su trabajo. Así que decidió renunciar y se puso a escribir sobre una talentosa química que tiene que hacer lo propio con los científicos a su alrededor, hasta que uno de ellos le roba una investigación y la relega a asistente. Bonnie Garmus, la escritora, se convirtió en un éxito de ventas y la novela es una serie de Apple+.

Pero tal vez ustedes no son así, y no desean inmortalizar en el villano de la historia al patán que les interrumpe para atribuirse sus mejores copy. No, ustedes no son así de mezquinos. Pueden hacer como John Kennedy Toole y robarle características a quienes le rodean para construir los personajes que rodean a sus protagonistas. Con La conjura de los necios, obra con la que le dieron el Pulitzer póstumamente (apenas once años después de que se suicidara), su escritor no tuvo reparo en inspirarse en su madre, un maestro de latín, de sí mismo y de su mejor amigo, de quien tomó hasta la manera de vestirse para el inmortal Ignatius J. Reilly. Hay un episodio del podcast Grandes infelices, de Blackie Books, que escarba hondo en este apartado.

A veces nos da miedo hacer una copia al carbón de una persona real para insertarla en una situación que nos hemos inventado. ¿En verdad podemos decir que somos creadoras si solamente trasladamos lo real al papel? La experincia nos irá enseñando que, al menos si deseamos hacerlo bien, es casi imposible. Porque luego lo real es demasiado inverosímil para la ficción, y tenemos que hacer algunos ajustes. Se hace en las películas basadas en hechos reales, se tiene que hacer al escribir historias. Es más, me atrevo a decir que es casi imposible. Un día le damos un texto a alguien de confianza y nos dirá que la protagonista se parece mucho a Fulanita, que tanto odiabas y de la que juraste vengarte con una tortura muy humillante, bien por ti por lograrlo al fin, en un formato por el que no podrán enviarte a la cárcel. O sea: no pasa nada. Gracias a las peculiaridades de la gente que me ha abierto la puerta de su casa he podido añadirle humanidad a los personajes de mis historias, y no necesariamente porque busque retribución, sino más bien una estructura más sólida.

Total, si de todas maneras vamos a estar en el mundo un rato, al menos mientras escribimos, qué mejor que robarnos lo que ya existe aquí y allá para armar un rompecabezas que tenga más sentido, que sea más satisfactorio, que al menos nos dé un poco de esperanza, que arme una persona más sólida. Qué se yo, lo que ustedes prefieran escribir.

Para más consejos de escritura, recuerden que aquí tengo un curso de Doméstika que capaz les sirve. Y si desean compartir lo que van haciendo, también se vale.

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Written by Abril Posas

Escribo. Tengo gatos. Amo el queso. Tengo un curso en Domestika.

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